Si Dios existe quizás me escuche
y si no existe
quizás me alegre pensar
que podría escucharme.
Al final me es igual,
la trascendencia no sale de casa.
Te doy un beso
y me voy a la cama.
Para cuando llegas ya estoy dormido,
te abrazas a mi espalda
y me hablas en sueños.
Quizás no todo esté perdido,
quizás aún sea posible ser feliz
– a pesar de toos estos sueños que me devoran –
Mañana hará frío por la mañana,
como siempre,
y nadie se lamentará por ello.
Excepto yo
que – gritándole a Dios –
le pediré
un poco de calor
fuera de estos sueños.
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