– ¡ole tus huevos, Pablo, ole tus huevos! No te preocupes, porque con esa actitud todo va a ir bien – me dijo sin que yo pudiera reprimir las lágrimas que hacía tiempo habían empezado a brotar de mis ojos.
Continuamos hablando y terminamos el helado que nos estábamos tomando en el segundo piso de la tienda y me llevó a casa en su coche. A los pocos días cogi el tren y me fui a Sevilla. Aquel fue el peor y el mejor año de mi vida. No me arrepiento. Lo pase mal, francamente mal, sufrí mucho, pero el mundo se desplegó ante mí como un abanico y pude respirar la vida tal como es en la realidad. Pude abandonar la pecera para ir al mar.
Recuerdo los paseos en bici a la vera del Guadalquivir, mis pasos lentos por el parque Maria Luisa, las esperas a la entrada de la facultad, las canciones y las guitarras, las risas, las miradas, las sonrisas, las palabras… Sevilla es la vida misma. Mucha pena y mucha alegría, mucho sentimiento ¡y mucha poesía! En Sevilla comencé a escribir poesía, poesía de Luz, más tarde llegarían las de sombras.
Aún están aquí.
los ecos…:)
cambiando de tema mi amor que frío
está haciendo por ahí. ya hubiera ido yo a darte calorcito 🙂
By: princesita soñadora on enero 28, 2009
at 8:30 am
si no estuviéramos tan lejos…:(
By: princesita soñadora on enero 28, 2009
at 8:31 am