Entre la alfombra y el suelo se esconden
todas mis miserias y defectos,
tras un disfraz
como en los cuentos
como en la realidad.
Y la cabeza se me cae de cansancio
y me acuerdo de aquella canción que decía:
“yo ya no puedo hacer más
si este más siempre resta”
y me siento así,
rechinan mis pensamientos,
se me cierran los ojos,
me vuelvo ciego al mundo
y a mí mismo
y todo vuelve a ser como antes,
como la mediocridad de siempre,
como la decadencia de estos días:
lunes, martes, miércoles…
pasan cada uno de ellos cambiando su nombre
sin nada nuevo ante mi vista,
sin cielos nuevos que me insistan
en la libertad del sueño en que vivía
cuando no era yo y era otro
más ignorante y más feliz
y menos complicado.
Quiero que el cielo sea mi sábana en esta noche
y mi almohada todas mis ilusiones absurdas y razonables
como la felicidad.
Quiero dormir y que no me despierte el sol, ni la lluvia, ni los pájaros…
Quiero dormir hasta que llegue Ea
y cuando me roce el hombro con su mano
desaparezcan todas mis penas.
O al menos que lo parezca.
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