Y pasaré el día pensando
lo que podría ser y me gustaría que fuera,
el pétalo, la flor y la tierra entera
que postradas a su camino se adornan al verla
y yo, en un rincón, no me atrevo a mirar.
Puede que aún no haya imaginado todos los encuentros
ni todas las poesías que su belleza me ofrecía
cuando sin saberlo la estaba mirando y me daba cuenta
de que había llegado
el amor
y mi corazón saltó a mi boca
-cerrada-
y subió hasta mi cabeza,
donde se quedó jugando con mis pensamientos
juntándolos con sentimientos y sembrando la confusión.
Caminaré por la calle sin ver nada
pensando en otra cosa, como
alguien ajeno al mundo
(quizás el amor no sea de este mundo)
y volveré a cada uno de los detalles
de las realidades y de los sueños,
el matiz de cada palabra,
la intensidad de cada mirada
y el adiós como una maldición
que nos separará hasta otra ilusión
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