Tus labios mecen mi cuna,
mi sueño sin ataduras
que navega sobre la muerte
de esta carta inconclusa.
De lejos, sólo me ves de lejos y
si te acercas desaparezco. Tú,
sólo tú, sabes lo que es mejor
y como escapar del dolor
que rebosa de tus sonrisas.
No me mires mal, o mejor
no me mires.
La vela se consume por el fuego de
tus ojos que la encendieron
para dejar de mí lo que soy,
metáforas que no dicen nada,
palabras escritas en la madrugada,
la necesidad de tener alguien a mi lado
y la razón de que cualquiera no es adecuado.
Tú me dejas,
yo te dejo, pero
estamos a dos pasos,
suficiente para vernos
y para no escucharnos.
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