Llegaré a donde nadie llegó
sólo por orgullo escondido
que no contaré a los demás.
Me basta con saberlo yo mismo.
No tengo porque compartir mi dolor con nadie,
ni llorar con nadie,
ni desahogarme con nadie.
A partir de hoy tendré la cabeza bien alta,
miraré siempre adelante
con paso enérgico y decidido
¡en línea recta!
y no habrá obstáculo que merezca llamarse así
porque todo será superado
con la voluntad y el orgullo
hasta que caiga de nuevo y desfallezca
y mis tristezas vuelvan a verter lágrimas,
mis pensamientos vuelvan a ser pesadillas
y no encuentre el camino de vuelta que olvidé que busco
y la pérdida
y el amor
y lo que soy.
Yo quisiera, alma marchita, ser una máquina que no siente dolor,
poder llegar a más siempre que me lo proponga,
acercarme más y más a la perfección y, sin embargo,
aquí estoy
con mis heridas de siempre y mis proyectos inconclusos
mis incoherencias, las musarañas y las saudades
sólo olvidadas por una súbita ocupación de mi tiempo
y un falso consuelo que se disfraza de caricia.
¡Ya no más mentiras! Volvamos a la desdicha
¡volvamos a la ilusión!
apoyemos de nuevo los dedos en el teclado
y dejemos brotar las lágrimas en soledad
como hacen los poetas
o aquellos que dicen ser poetas
o querer serlo.
Yo seré uno de ellos
y mis palabras serán mi abrigo
de nuevo
y de viejo,
como me siento de hace tiempo
caminando hacia la muerte.
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