Volveré a acunarme mientras me abrazo
y no habrá mano que meza la cuna,
sólo estaremos yo y mis deseos,
vestigios de mis recuerdos,
ruinas de mi corazón,
la flor y la espada,
la voluntad y el caparazón,
la declaración de amor,
las palabras y los remordimientos
y cada vez que me pregunto
-¡Oh Dios! ¿cómo pude hacerlo?-
era tan ingenuo…
y lo sigo siendo, porque
la ingenuidad me pertenece
es mi sangre y mi veneno
la esencia de mi vulgaridad,
mi terreno muerto donde puedo plantar
todo aquello que no tiene lugar
en una sociedad tan “avanzada” como la actual.
Esta es mi tierra, este es mi hogar,
en el que las lágrimas no hacen llorar
y no son más que una parte de la vida
que todo el mundo ha de atravesar
-o atravesarse…-
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